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martes, 3 de febrero de 2009

SUEÑOS, ROMANCES Y MAGIA EN LA SIERRA SUR DE JAÉN.

Desde Los Villares hasta Frailes; desde Alcalá la Real a Martos. Se extiende una franja de tierra que se conoce con el nombre de Sierra Sur de Jaén. Un lugar de gente sencilla que intenta ofrecer al visitante lo mejor que lleva dentro. Hay algo de legendario en esta tierra, como angostos y serpenteantes caminos que se acercan a castillos solitarios, donde la sombra de los árabes se esconde en diversas esquinas. Susurros de agua en las fuentes y parajes escondidos en la sierra, donde ovejas y cabras pastan en armonía entre el cielo y la tierra.
Alcalá la Real se duerme vigilada por la fortaleza de la Mota, con leyendas de moros y cristianos que se entendían al calor del fuego, con historias de amor prohibidas. El Centro de Interpretación de la Mota ofrece como era la vida en la frontera, las torres de esta fortaleza guardan una historia rica, como lo demuestran los miles de vestigios que se pueden ver en el museo del Palacio Abacial, desde un simple zarcillo que adornaba la oreja de una dama, hasta las grandes vasijas para guardar el vino que se exponen en las nueva bodega descubierta. Salpicada de monumentos, como el Pilar de los Álamos, el Palacio Abacial o diversas iglesias y conventos que nos recuerdan su pasado medieval y renacentista.
La Sierra Sur de Jaén ofrece una gastronomía del ayer y del hoy. Sabores como el choto al ajillo, nos recuerdan el olor a tomillo, romero o espliego de la Sierra de la Martina, de la Hoya de Charilla o de las montañas de Valdepeñas. Embutidos artesanales se hacen en diversos puntos de la comarca; quesos de cabra y vinos del terreno se pueden degustar en muchos pueblos de la zona. Las migas con melón, la secretaria, la leche frita, los nochebuenos, las mantas son sabores y postres que halagan al paladar y dan consistencia al estómago. Sin olvidar los platos de las abuelas que el visitante puede pedir en los restaurantes que se desperdigan por los diversos pueblos, como el cocido, los potajes o arroces con carne de perdiz, conejo o liebre.
Se pueden ver, adentrándose en la Sierra Sur, decenas de cortijos esparcidos por toda su geografía, cuyos habitantes guardan las costumbres de antaño. Recorrer la Ruta de los Milagros, desde Frailes hasta la Hoya del Salogral, pasando por el cortijo Cerezo Gordo, donde el santo Luisico hacia milagros, curando a personas y animales, y donde se puede admirar su casa aún intacta. El santo Custodio está aún presente en el cerro de la Mesa de la Hoya del Salogral y todo un mundo escondido de taumaturgos, dudas y emociones se esconde en aquellos cerros, perdidos en la distancia. Con agua milagrosa que quizás cure cientos de enfermedades y alivie la ansiedad de las personas que llegan cada día a este lugar.
Decenas de casas rurales salpican estos campos, construidas gracias al bombo del turismo rural. En parajes insospechados, los turistas y visitantes se pueden alojar, para poder dormir tranquilo, despertando con el canto de un gallo, el balido de una oveja, o estirando las piernas por la Sierra de la Martina que ofrece un verde inigualable, con perdices y conejos disputándose aquellos campos de lentitud y de reposo.
Cientos de proyectos están surgiendo para que el turismo de la comarca se beneficie, desde el lento balneario de Frailes que ofrecerá aguas sulfurosas a los bañistas que quieran tomar esta agua, una vez construído, hasta el próximo parador de turismo que se alzará junto a la fortaleza de la Mota, a través del camino de San Bartolomé, recordando a los viejos viajeros que llegaron a estas latitudes.
La Sierra Sur de Jaén ofrece al viajero, paz, tranquilidad, buenos alimentos y hoteles, casas rurales o simplemente charlar con una gente que por naturaleza es buena, que cuida y se interesa por los que llegan, los acoge como en una gran arca de Noé y los transporta a sus pueblos, parajes y lugares. Ciudades históricas, caminos milenarios, parajes de encanto, donde el aire puro se alía con el cielo, ofreciendo todo un mundo de olores y sabores sin competencia, que hacen que el viajero quiera visitar estos lugares una y otra vez y muchos de ellos se quedan a vivir entre nosotros, porque les atrapa la luz, la tranquilidad y la magia.

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