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sábado, 9 de octubre de 2010

OCTUBRE LLUVIOSO


Cae la lluvia y desde mi apartamento de Villa Elena las gotas se escurren por los cristales de la ventana amplia. Comienzo a leer algunas cosas de Vargas Llosa que vienen en el diario y me siento bien, como si hubiera empezado a vivir, como si mis achaques de dolor de espalda no me afectaran, después de pensar en miles y diversas cosas que me presionan la mente. De la enfermedad, de la tragedia, de todo se puede aprender. Pero hay que estar cuerdo y que no te afecte a lo principal. Poder pasear sin dificultad, poder haber ganado el lugar a una grave enfermedad. Tumbado en mi sofá pienso y repienso y sigo siendo un afortunado. Pienso en Alcalá y tampoco lo están haciendo tan mal los gobernantes que hay, podría haber menos paro, que trabajara todo el mundo o al menos que las cosas se hicieran para que todo el que sufra, lo haga en las mejores condiciones posibles. Pienso que el que sufre es el menos apto en esta sociedad y a ese es al que hay que ayudarle. Las enfermedades son peligrosas, en un santiamén te puedes quedar sin habla, sin poder caminar, sin un pecho menos. Pero después, camino y veo y pienso que hay aún gente peor que uno, que no tiene ni para llevarse a la boca un vaso de agua y sigo pensando que soy un afortunado. Podría venirme una enfermedad que acabara con mis riñones y tener que hacer un tratamiento de diálisis y cambiaría mi vida entera. Podría pensar y pensar y pienso que estoy vivo y sigo haciendo muchas cosas que me gustan y otras que no, pero aún puedo decir y escribir todo esto que estoy diciendo.

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