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sábado, 13 de febrero de 2016

A MONSIEUR ARENAS, IN MEMORIAN

Manolo se fue a Francia para ganarse la vida porque aquí no había mucho porvenir. Allí trabajó en el campo y en la industria, me contaba que estuvo en una fábrica que se llamaba ‘La Pechinée’. Él era un manitas que lo mismo desarmaba un motor que construía una pequeña máquina para partir nueces. Y lo que ganó en la France, lo invirtió en Frailes, comprando un bar. Allí estuvo unos 33 años, en la calle Cuevas. Aquél Bar Nuevo se llenaba de gente cada día. Maripi y Manolo, Manolo y Maripi formaron un dúo que trajo alegría a Frailes. Recuerdo a Manolo con su camisa y sus mangas remangadas, tirando una caña de cerveza, acompañada de una patata asada que era una delicia. En aquél bar pasó media vida. ‘Peleándose’ con sus clientes, criando a sus hijos, casi toda una vida metido en aquél rincón, menos algunos momentos en que iba con su ‘voiture’ a Alcalá la Real o cultivando su pequeña huerta en ‘Sotorrendondo’.
Manuel me acuerdo de ti, porque me regalaste aquella bicicleta casi de carreras y con ella me convertí en el rey de la carretera, era una máquina que ‘jalaba’ kilómetros y manta y que más de una vez me caí de ella. Pero era magnifico, poder subirme a aquél artefacto de dos ruedas y en dos minutos estaba en la Ribera Alta.
Ahora que te has ido, recuerdo cada día que iba a verte, y nos dábamos un beso, y me decías, siéntate Santiago, que tú hermana ya viene. Ahora, te recuerdo cuando iba a verte y me decías, ven cuando quieras que aquí lo pasamos bien hablando. Y recuerdo como te gustaban aquellos vasos de vino tinto y como te peleabas con tu hijo Santi, mientras él te decía Manolo he montado un remolque a un hombre de Mures que se ha quedado precioso. Y tú en el fondo te reías y lo que más recuerdo es cuando te frotabas las manos y con una amplia sonrisa desgranabas uno de tus chascarrillos.
He compartido mucho tiempo con vosotros, me sentía como en una nube, era una fiesta cada vez que iba a comer, con tu estufa, tu mesa llena de chismes para hacer un llavero, una trampa, una máquina para Fran. Aquella habitación llena de sofás, llena de gente, todos comiendo, todos contentos. Y  sigo viéndote comer aquellos platos de cocido ¡tan ricos¡. Aquellos tomates que comíamos de tu propia cosecha. Mi tía Dolores, mi hermana Juanita, mi hermana Maripi, mi hermana Emilia, los franceses, el Toni y la Ana, sus niñas, tu hermano José, Santi, las niñas Mari Carmen y Mari Ángeles, las Rositas, el Fran, Michel, la tía Delia y el tío Antonio; un día llevé a comer a tu casa a Elena Víboras y a Ana Cortecero y comieron con nosotros ‘papas a lo pobre’ y tú sacaste tu espíritu socialista y les dijiste que siempre votabas al PSOE. Guillén, el Gafas, etc., a todos nos diste de comer y tus ganas de vivir, de hablar, con tu TV grande, con tus mandos, con tu antena parabólica, con tus aparatos, con tus herramientas, aquél joven que se fue a Francia y hablaba de su hijo Lolo y de su Gordini. Aquél hombre que presidia la barra del Bar Nuevo, aquél fumador que consumía aquellos cigarrillos y su mano tambaleaba, te sigo viendo y te veré y no me voy a despedir de ti, porque siempre te veré subido a aquella moto que llegó de la France, aquella radio en la que oía los 40 Principales y aquél zagal que se fue a guardar cochinos a los cortijos.  
Ahora, me fijo en tu figura y no sé que sentiré cuando vuelva al Bar Nuevo, cuando abra la puerta y compruebe tu ausencia, caminaré por el salón, por la cocina, por el cuarto de baño, hasta llegar al patio y me cercioraré de que no estás allí. Entonces, preguntaré a mi hermana Maripi y me dirá: Manolo se ha ido en esa bicicleta que le trajo Santi y está dando un paseo por el Baño.


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