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miércoles, 30 de marzo de 2016

SER DE FRAILES. CAPITULO QUINCE




Las nuevas escuelas que el general Franco edificó en las Eras del Tejar dieron un nuevo aire a la enseñanza frailera. Llegaron nuevos maestros, como don Manuel y doña María y se instalaron en las nuevas casas para maestros. Éstas tenían un salón, una cocina, un patio y otra pequeña habitación en el piso de abajo. Ya, subiendo unas escaleras, se completaban con un par de dormitorios y un cuarto de baño. Don Manuel daba escuela a los más pequeños.
Las clases eran grandes y con ventanales de cristales, y en el centro una gran pizarra para explicar y escribir, con tizas que llenaban de polvo al maestro y a los niños. A don Manuel le gustaba tomar el aperitivo y se pirraba por los pajarillos fritos. De él decían que era un buen tragaldabas. Su mujer, doña María era cultivada y responsable, enseñaba bien a los alumnos y fue muy apreciada. Tenían dos hijas: Teresa y Loli; la primera se enamoró de Miguelín Tello y vivieron un amor grande que se vio posteriormente roto por la marcha de los padres a otro lugar. Pero fue muy romántico mientras duró y los días que pasamos paseando por la carretera, en pandilla y recorriendo los alrededores de Frailes, oyendo música con el transistor que mi hermana me había traído de la France. En aquel tiempo tenía otros amigos como Luis Raya, sus primos Pepe Luis y Enrique Raya, Manolillo el del Baño o Antonio Aceituno Vela.
Aquel amor que Tere y Miguelín Tello tuvieron se convirtió en algo grande. Yo, en mis adentros, les tenía mucha envidia, ya que era grande y hermoso verlos cómo se querían, cómo paseaban, cómo se tomaban de la mano, cómo iban al cine o cómo bailaban. Todo como un cuento de hadas que a mí me contagiaba. Yo trataba de buscar un amor igual, pero no lo conseguía; alguna vez le escribí cartas a alguna niña que me gustaba, pero casi nunca me respondieron, porque hablar con alguna nena era imposible, mi timidez no me dejaba, yo las miraba y miraba pero no conseguía su atención. Por eso el amor de Tere y Miguel era como si yo lo estuviera viviendo, pues Tello era de mis mejores amigos y me tenía al tanto de todo. Pero aquél amor se cortó porque don Manuel y doña María se trasladaron a otro lugar, a un pueblo de Ávila, y el amor también se fue. Miguel y Tere comenzaron a escribirse cartas cada día, pero aquello cada vez se fue difuminando y aquellas promesas que se hicieron, el tiempo las fue borrando.

Uno de los maestros que más importancia tuvo en aquellas escuelas fue don Antonio Lucas Mohedano, que vivió en las casas de maestros. Durante el tiempo que vivió en Frailes transformó con su intensidad la vida del pueblo, porque intervino activamente en nuestras vidas, al menos en la mía. Don Antonio Lucas venía con su papel bien aprendido, de persona responsable, culta, guapa e inteligente y -poco a poco- se fue ganando a la gente. Trajo una nueva forma de enseñanza que aliada con el fútbol dio un giro a muchos niños de aquella época. Vino solo, pero pronto se casó con Estrella, vivieron unos años en Frailes, los mejores de sus vidas, pues contaron con el respeto y la admiración de muchos fraileros. El fútbol fue una baza que este hombre explotó entre nosotros, y aumentó la rivalidad entre culés y merengues, pues él era y es un forofo del F. C. Barcelona. Aquel vocabulario futbolístico, como esférico, subir por la banda, metimos dos chícharos, el guardameta, fue calando entre nosotros. Yo no era su alumno pero caí en las redes de su amistad, porque para mí don Antonio Lucas era un hombre ambicioso al que yo me entregué como una esperanza para mi vida. A los pocos meses de su estancia en Frailes ya se fue conociendo y cada vez tenía más adeptos. Era como una nueva religión para Frailes, así, al mismo tiempo que enseñaba bien en la escuela, en los recreos y fuera de ellos, el fútbol se iba comiendo nuestros corazones. Antes de llegar él, sólo sabíamos correr tras la pelota, pero Lucas Mohedano nos fue organizando en equipo, nos entrenaba y nos dio nociones del fútbol moderno … y lo demás fue llegando. Los padres de sus alumnos se fueron volcando con este hombre que cada vez se fue haciendo más importante para nuestras vidas al insuflarnos alegría, ganas de vivir y esperanza. Y era un placer estar a su lado y mucho más compartir unas horas con él en su casa. Se fue convirtiendo en nuestro héroe, la gente le llenaba la casa de regalos y le llevaban todo tipo de presentes, porque los fraileros somos muy agradecidos. La droga de Lucas Mohedano nos la inyectó en vena. Lo admirábamos, porque era guapo, vestía bien, hablaba mejor y tenía inquietudes. Pronto fue progresando y querido por las familias pudientes y las menos favorecidas. Se compró un Renault 8 amarillo e iba los fines de semana a Jaén. Montó una academia e impartía clases particulares, él daba matemáticas y asignaturas de Ciencias y a Antonio Romero Gálvez, que había sido seminarista, le encargó que diera clases de latín o francés. Ambos se hicieron muy amigos, incluso Gálvez fue su chófer particular hasta que obtuvo el carnet de conducir. Tenían muchos alumnos y a todos les cobraban una cantidad mensual. Pero el que llevaba la voz cantante era don Antonio Lucas, porque Gálvez salió escaldado de aquella relación. Cuando Antonio Gálvez se marchó en busca de otra vida, yo me hice cargo de las clases de latín y francés. Por las tardes acudía a aquellas escuelas de la calle Tejar e impartía clases a Rafael Pajote, a Luis Aceituno, a Custodio Reyes y a algún otro. Antonio Lucas me pagaba unas mil pesetas al mes, creo que muy poco para lo que él recibía, pero yo estaba encantado porque de alguna manera había elevado mi moral, compartía muchas cosas con él, formé parte de sus equipos de fútbol, nos entrenábamos en el campo de las Eras del Mecedero e incluso nos daba tácticas antes de los partidos.
Una vez me llevó a Cádiz a ver el trofeo Ramón de Carranza y al equipo brasileiro Corinthias, en su Renault 8 amarillo, hasta la Tacita de Plata,. Allí compramos algo para comer y durante toda la noche estuvimos dentro del coche durmiendo mal y  agotados. Para entrar a ver el partido se valió de un policía nacional de Frailes, Antonio el de don Horacio, que lo conocía y él nos llevó al estadio y nos dio vía libre para poder entrar, incluso nos llevó a su casa y nos dio de comer. Yo flipé viendo al Corintias y no sé si fue la primera vez que había visto un partido de fútbol en vivo y en directo. Don Antonio Lucas me iba explicando las jugadas, pues era un buen conocedor de fútbol. Él siguió triunfando en Frailes y cada vez más gente le fue reconociendo su valía, hasta el punto de que su ambición le hizo abandonar la enseñanza, cosa que yo al menos no le perdoné. Fue alcalde de Frailes en los últimos años del franquismo e hizo cosas buenas, como la implantación del Servicio de Recogida de Basura, la colocación de contadores en el agua domiciliaria o la limpieza del pueblo, implicando a muchas mujeres a limpiar sus puertas y calles, colocar macetas en fachadas, pintar los marmolillos y limpiar las fuentes. Así fue como Frailes ganó en belleza y estética y -sobre todo- en la implicación social de la gente. El punto final fue su marcha de la enseñanza a la banca, pues la Caja de Ahorros de Ronda lo fichó y él ni corto ni perezoso abandonó la enseñanza y se hizo banquero. Estuvo en Alcalá en una oficina de esta entidad y después en Jaén. Llegó a ser nombrado presidente del Real Jaén y posteriormente fue concejal de Bienestar Social del PP en la capital del Santo Reino.
Yo tuve una relación agridulce con este hombre, en general me dio mucha ‘vidilla’ y cambió el giro de ella, pero también sufrí muchas decepciones con él, porque su vena populista no me gustaba. Fue un líder para Frailes y -en realidad- su llegada le vino bien al pueblo, pero lo vi como un hombre ambicioso, que quería ser grande en todos los aspectos, cosa que en cierto modo lo consiguió y gozó de mucho prestigio, al menos en Frailes. En algunos momentos precisos ayudó a la gente. Su vida de maestro fue brillante y muchos fraileros aprendieron con él. Después lo he visto varias veces y me he alegrado de verlo. Sí, me alegro de haberlo conocido y poder haber compartido aquellos años con él, como una nueva etapa de Frailes.

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