La
feria era un poco diferente. Recuerdo las antiguas, aquellas que se
desarrollaban en el barrio de la iglesia y que suponían el primer
acontecimiento social y divertido de aquella época. Hasta el año 1982, cuando
la fiesta se trasladó al actual recinto ferial, en las Eras del Mecedero.
Desde lo que mi
memoria recuerda, la feria era en honor de San Miguel y estaba bien colocada en
el calendario, porque era como la fiesta después de la recolección y de los
diversos trabajos del verano. Se celebraba durante los días 29 y 30 de
septiembre y 1 y 2 de octubre. Los caballicos, las voladoras, las casetas de
juguetes, las churrerías, los bailes, todo se celebraba alrededor de la
iglesia. Y la feria del ganado, que al principio tenía lugar en la Cuesta y Los Baños y
después se trasladó al Cerrillo.
También
recuerdo los bailes que se organizaban en la plaza de los Amandos, en la
llamada Plaza de José Antonio, que ahora se llama Miguel de Cervantes. Eran
unos bailes clasistas a los que se podían entrar si llevabas dinero, y no todo
el mundo tenía ‘pasta’ para poder hacerlo. La gran mayoría los veía desde las
escaleras del Ayuntamiento o pegados a las tablas que colocaban los
organizadores. Pero la música sí se oía y el ambiente se podía ver noche tras noche.
La
feria era una fiesta anual que había que aprovechar, de ahí que todo el año nos
los pasábamos ahorrando para tener unas pesetas en el bolsillo. Para ello
teníamos nuestras alcancías, en donde íbamos depositando las perragordas y las
perrillas, algo asó como los céntimos de antes. Rebuscábamos nueces y se las
vendíamos por docenas a los feriantes para poder subirnos en las atracciones,
comprar tejeringos y turrón y algún juguete que se exhibían en aquellas casetas
de trapo y madera.
La
feria de ganado era otra de nuestras atracciones. Suponía todo un espectáculo
ver a los grupos de gitanos llegar a final de septiembre, con un colchón de
paja o de mondas de maíz para pasar las noches al raso. Y cuando llegaba el
gran día -todos- payos y gitanos realizaban las compras, los forcejeos, los
tiras y afloja para lograr un precio bueno por el burro, por el mulo, por las
cabras o los cochinos que durante todo el año se habían preparado para la
ocasión. Y después de vender o comprar, llegaba la hora de tomar unas copas
para celebrarlo. Era todo el día en las casetas, en las churrerías y en las
tabernas. Las trifulcas llegaban muchas veces a las manos y tenía que
intervenir la Guardia
Civil.
Las
ferias de ahora son más democráticas, ya que se hacen para todos los
ciudadanos. Recuerdo que fue la alcaldesa Encarnación Anguita Delgado quien
trasladó la feria desde el barrio de la iglesia hasta el recinto ferial y la
que cambió la fecha de antes a la del mes de agosto. El motivo era lógico,
debido sobre todo a que en esa época había más gente en la villa y llegaban
muchos veraneantes, esas personas que se fueron de Frailes para poder buscar
una vida mejor y volvían para pasar sus días de asueto.
Sobre
todo, aquellos sevillanos que se fueron a trabajar a la fábrica Renault y
volvían cada año en el mes de agosto. La primera de estas ferias tuvo lugar en
el año 1982 y la caseta de baile cobró las entradas, como siempre. Pero más
tarde, se quitaron las barreras de entrada y todo se hizo más aperturista. Todos
podían bailar al son de los grupos que el Ayuntamiento costeaba, a base de
pasodobles y ritmos modernos del momento. Una gran barra abastecía de bebidas a
todos los que se acercaban y las mesas y sillas colocadas para que se pudiera
estar sentado, tomando alguna cosa rica y poder mirar mientras tanto a los que
se divertían en la pista de baile.
Frailes
ha cambiado mucho desde los años 1950 hasta ahora. De ser una sociedad en la
miseria, donde había que coger las maletas cada año para irse a la vendimia, a
la fresa, a la manzana, a limpiar habitaciones a los hoteles de las Islas
Baleares, a trabajar en las fábricas y construcciones de Cataluña o bien al
extranjero ( Suiza, Alemania o Francia). Ahora, la gran mayoría trabajamos
aquí, mejor o peor, pero tenemos un bienestar que nos hemos ido ganando a
trancas y barrancas.
Ahora,
como todo el mundo sabe y casi todo el mundo sufre, estamos arrastrando la
crisis que -desde 2007- nos está tocando a eso que llaman “estado del
bienestar”. Por eso ahora es bueno recordar aquellos tiempos de las perragordas
y del duro, aquellos tiempos en los que no había fiesta nada más que en la
feria y algunos días señalados, aquellos tiempos en los que de manera
extraordinaria podía tomarse uno alguna cerveza o alguna gaseosa que nos sabía
a gloria.
Había
mucha gente que lo pasaba mal: no teníamos nada y nos calentábamos al sol, nos quitábamos los
piojos unos a otros y no pensábamos siquiera que algún día podríamos tener un
cuarto de baño, una habitación para dormir -con una buena cama- y algún
dinerillo en las entidades bancarias. Por eso, es bueno recordar que a pesar de
la crisis estamos bien y podemos tener una casa, un poco de dinero, un trabajo
escaso. Pero lo más importante es que estamos vivos, que estamos aquí y que nos
hacemos falta los unos a los otros y que, en todo caso, nos podemos ayudar.
Pero
las fiestas y las ferias se van repitiendo, más o menos siempre son lo mismo.
Baile, música, bullicio, alguna atracción para los niños. En la época
democrática, a partir de 1982, los socialistas introdujeron las comidas gratis
en la feria. Un día ofrecían un arroz caldoso y otro día una degustación de
cerveza. La gente piensa que todo eso es gratis, pero no; eso es pagado con los
impuestos de los vecinos, del presupuesto municipal. Y así un año tras otro.
También
se introdujeron otros cambios, con el propósito de hacer partícipes a los
vecinos, como el Día de la
Bicicleta, con un recorrido de unos pocos kilómetros desde
Frailes, por las Riberas y Santa Ana y vuelta a la villa, con un lugar de
avituallamiento para tomar un bocadillo y un refresco. También empezaron una
serie de concursos y eventos deportivos, como partidos de fútbol, concursos de
dibujo, petanca, cartas o nuevos deportes como el hockey.
Los
socialistas gobernaron Frailes desde 1982 hasta el 2011; después ganó las
elecciones el PP; con un joven alcalde, José Manuel Garrido, que siguió más o
menos las mismas pautas, aunque con un carácter renovado. Se cambiaron pocas
cosas en las fiestas y en las ferias. Así la edil del PP; Lucía Serrano,
potenció las verbenas en la feria, con la contratación de la orquesta Tentación
que causó furor en los años 2012, 2013 y 2014. Esto supuso que la gente
volviera a llenar el recinto ferial, con la complicidad de músicos y de
público. Ambos, en una buena conexión, hicieron que se recuperara el prestigio
de la feria y que al recinto ferial acudiera un gran público, no solo de
Frailes sino de los pueblos de alrededor. También, en la fiesta de San Pedro
hubo algún cambio. El PSOE con Antonio Cano como alcalde, trasladó la
celebración de los festejos a los alrededores del Puente de los Molinos, porque
por allí se han ido concentrando los lugares de ocio como bares, restaurantes y
pubs. Pero en 2014, el alcalde del PP, José Manuel Garrido, reunió a algunos
fraileros y llevó esta fiesta a su origen, a las eras del Mecedero y allí se
celebraron -en el recinto ferial- en donde hay espacio para ello. Claro que las
personas que tienen negocios en el puente los Molinos, hicieron un escrito de
descontento por haberse llevado la fiesta de allí.
He
estado leyendo un artículo de Manuel Mandianes en el periódico ‘El Mundo’, de fecha 15 de agosto
de 2014 y dice:
“La
mayoría de fiestas de hoy día sirven al mercado, se crean y se imponen como se
imponen las marcas: a base de publicidad. Todo ello oculta y ensombrece el
resplandor original de la fiesta. Carentes de profundidad, en la mayoría de los
casos son cascarones vacíos y botellones enmascarados, espejos ciegos, y
evidencian el triunfo de lo siempre idéntico e indiferente. Las fiestas de
antaño pasaron a ser como los útiles de labranza colgados en los museos, como
objetos de lujo y decoración. Cada objeto es un mundo, es un útil no una obra
de arte aunque lo haya hecho un artista. Las fiestas tradicionales son
organizadas por el pueblo. Se celebran con una misa solemne, procesión, fiesta
familiar, baile por la tarde. La fiesta del pueblo es el renacimiento de la
vida, como el comienzo de una vida nueva. Hasta no hace muchos añosa, las
referencia temporales eran litúrgicas. Los políticos y los ecologistas hablan,
se lamentan del despoblamiento del mundo rural y dicen que quieren mantener el
mundo rural habitado pero las medidas que toman no son eficaces porque las
toman desde una idea preconcebida y no desde la realidad. Cada rincón del mundo
solo se conoce cuando se habita en él así como se conocen los instrumentos
cuando se utilizan y manejan. El mundo de un pueblo es esa esfera es esa esfera
ordenada en la que dicho pueblo se halla confiado. El error se debe al
desconocimiento de algo o a que sólo se saben las cosas a medias”.
En
definitiva, el autor afirma que las fiestas tradicionales han perdido la
esencia y que todas obedecen a un mismo patrón.
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