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domingo, 29 de enero de 2017

LA VENUS DE FRAILES ESTÁ ENAMORADA


En las Nogueruelas se bañaba la Venus de Frailes y daba paseos nocturnos por las veredas oscuras. Había hombres que la miraban desde todos los ángulos pero creían que no era una diosa atea. Ella se instaló en aquella cueva y recibía los besos de un cabrero joven y el calor del ganado en las noches de invierno. Por las mañanas iba a bañarse a la fuente del Gato, recorría el camino sin apenas pisar el suelo y no dejaba huellas en la Vía Láctea. 
Hubo un tiempo en que estuvo enamorada de dos nearthentales y de un Pitecantropus, pero esperó a que un Homo Sapiens le solviera los vientos. Cuando miraba hacía Alcalá la Real, se encontraba antes con el paisaje de las casas de Santa Ana, pero la silueta de la fortaleza de la Mota la dejó prendada y añoraba vivir en aquel castillo medieval y abandonar la cueva, al menos en invierno. 
A la Venus de Frailes le gusta tomar el fresco, se sube en una encina mientras mira el camino de Linarejos. Un día, toda la luna salió para ella y sobre todo en las noches de plenilunio la luz penetraba por aquellos lugares y daba claridad a la cueva. Ella se puso su vestido blanco, se pintó los ojos y se colocó sus pendientes y brazaletes de oro, todo lo encontró junto a la chaparra azul que hay en la Cabeza del Moro.

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