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jueves, 23 de febrero de 2017

ETNOSUR EN ENTREDICHO




El invierno alcalaíno no ha dado mucho de sí, tan solo cuatro cosas para ir tirando. No se resolvió el problema de los hombres del Marino, y por mucho que diga la edil de Servicios Sociales el tema ha quedado intacto para la temporada que viene, para poder intentarlo otra vez. ´
Sí se ha resuelto lo tradicional, lo de siempre: el Carnaval, la Candelaria, lo de Fitur y cuatro cosas así.
Se ha levantado ‘la liebre’ de Etnosur, en el sentido de que hay que hacer algo para sostener el festival; los del Partido Popular ya han propuesto que hay que apuntalarlo con una cuota y que se liberalice la forma de licitarlo; todo ello puede hacer que el cambio en Etnosur sea sustancial, que de estar por encima del bien y del mal, de ser intocable como quiere su director, se vea vapuleado por la oposición y se convierta en un festival comercial que no sangre cada año las arcas municipales.
Pero Etnosur representa para los socialistas un capital prestigioso, un lustre de valores como la solidaridad, la mezcla, la tolerancia, el compartir, lo tienen como una amalgama de gratuidad, de virtuosismo, impregnado de buena música, con temas actuales y comprometidos con los que más sufren. Pero Etnosur, también, es un negocio que sigue lastrando la economía municipal y cada año pasa factura a las arcas consistoriales, aunque puede ser o ha sido rentable en lo material y en lo intangible.
El caso es que parece que ha llegado la hora del cambio en Etnosur; la oposición está blandiendo sus armas y el equipo de Gobierno también piensa en colocarle una cuota para que la herida económica no sea tan lacerante.
En fin, Etnosur nos trajo un mundo lleno de ilusiones, cada año llega a Alcalá con su alegría, montaban sus espectáculos, llenaban las calles de bullicio, de música, de gente, de perros, de humo, de palabras, de cine, de circo y basura y de botellón juvenil, de consumo, de mezcla…
Pero, he aquí que parece que muchos se han hartado de esto y es necesario darle la vuelta, aunque yo no concibo un Etnosur sin la figura de Pedro Melguizo, llegando a Alcalá la Real, vestido con sus pantalones étnicos, dialogando con unos y con otros, paseándose por la ciudad como si fuese el director de un festival valioso, intocable, de culto, con todo gratis, vigilando su festival como un padre con su hijo que ha cumplido veinte años y ahora se le presenta un futuro incierto como a cualquier joven de cualquier sitio; pero bueno, en estos tiempos que vivimos casi todo está en entredicho. 

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