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viernes, 19 de mayo de 2017

SIN PENSARLO, ESTABA ALLÍ

Sin pensarlo, me dirigí a aquella calle que tantas veces recorrí, subiendo sin cesar, aunque el corazón suele jugarme malas pasadas y de vez en cuando un dolor me sube entre mi camisa y se deja sentir y me altera. Volví a ver aquella casa que compré en la calle Cantillo, 7 y aquellos rincones olían mal, había un corral donde las cabras comían y de pronto, la casa de Michael; el buzón para las cartas con su nombre: Michael Jacobs. El portón que había sido pintado verde y que tenía aquel candado para abrirlo. No había ni rastro del perro que alegremente se acercaba cuando iba por allí, Chumberry ha desaparecido y el mundo ahora es de otra manera. Volví a subir aquellas escaleras de piedra que el Zocatillo se esmeró en poner una a una, como si fuesen perlas cuidadas; el patio estaba intacto, la mesa limpia, las sillas, la barbacoa me recordaba tiempos de antes, compartidos con una comida con Alejandro, Merce, algunos profesores del Alfonso XI; aquellas vistas del Frailes frailero que iban desde el cementerio a los barrios nuevos donde ahora juegan a ese juego de las bolas brillantes. Las dos Rositas y la Feli se afanaban en limpiar toda la casa, no paraban de tomar la escoba, la fregona…
Allí, todo estaba intacto, como lo dejó Michael, el fregadero, los platos, su sombrero blanco, la mesa, las sillas compradas en Valdepeñas de Jaén, aquella despensa llena de botellas y conservas, la chimenea que me evoca cada vez que subo aquellas reuniones compartidas de amistad y de vida. Las pendientes escaleras que van a parar a su estudio: su mesa, su silla, los libros, en inglés, en español, de muchos autores, de viajes, de cocina, de Frailes, de Rafael Hinojosa, de Reverte, de Velázquez, del Barroco español; las escaleras pequeñas de tres peldaños, las ventanas cerradas. Todo me dice algo, aquel pequeño cuarto de baño, donde se derramaba el agua que salía de la ducha. Aquella cama, la terraza… Todo sigue intacto, agarrado al Calvario, al cielo de Frailes, como si se hubiera unido en el infinito y a un sueño eterno. Salí de allí y no sabía dónde ir, me encontré con Mihaela y me saludó y me habló algo de mi hermana Emilia. Esta mujer que se ha llenado de Frailes y Frailes de ella y ríe cada día por sus calles, ella llena de vida y yo lleno de algunos achaques y el Nacimiento reluce para recibir a Jolis y sus canciones que retumben en el cielo frailero y sus sonidos entronquen con Edith Piaf, con el tango y en un alarde de sueño mágico me veo bailando en esta fuente, acompañado de mujeres fraileras que aman la vida.

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