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lunes, 20 de noviembre de 2017

LOS PALOMOS DE MIGUELÍN

Cuando era niño, quería ser como mi vecino Miguel Tello, que fue seminarista y siempre tenía una novia y en los guateques bailaba con la más guapa. Él era el capitán y yo su lugarteniente, pero su casa era más bonita. Tenía una banda de palomos buchones y un árbol en la puerta de su casa, su tío era el médico de Frailes y se le abrían muchas puertas.
Le decían Miguelín y su padre regentaba una tienda de tejidos en la calle San Antonio, donde iban a comprar telas muchas familias.
Lo esperaba en la puerta de su caa en la calle Horno, para poder estar con él; alguna vez entraba en su casa y su madre me atendía y me pasaba al salón que tenía unos muebles que a mí me parecian muy bonitos y limpios.
Otras veces me llevaba al palomar que estaba en lo alto de la casa, pasando por una especie de cabreriza y había que subir una escalera muy fina. Desde el palomar se divisaba la parte baja de Frailes, el Barriohondillo y las Cuevas.
Miguelín me decía los nombres de sus palomos, las hembras que estaban enguerando y los pequeños pichones que les estaban saliendo los plumones. Me contaba que algunos palomos eran capaces de conquistar a alguna paloma, era como un canto de amor lo que le hacía el macho a la hembra que parecía que la enamoraba y al llegar al palomar la conquistaba.
Estos palomos tenían un buche grande y al arrullar se les movía; este tipo de conquista amorosa la he visto con la perdiz macho en la época adecuada.
Creo que Miguelín aprendió de sus palomos buchones el enamorar a las niñas de aquellos tiempos pasados, seguro que hablaba con ellos en el palomar y se contaban los secretos del amor.
Después, al cumplir yo los diez años, me fuí a Alcalá a estudiar el Bachillerato y Miguel estaba allí conmigo en el COPEM, en el Palacio Abacial, cuando salíamos al recreo, le acompañaba a pesar de que él era cuatro años mayor y se juntaba con los más mayores que estudiaban 4º de Bachillerato. Él vivía en la pensión de Isabelilla y yo tenía por la misma calle el aposento. Miguel seguía enamorando a las chicas del instituto y paseaba con ellas, e iba al cine en el teatro Martínez Montañés, yo no me atrevía a decirle nada a aquellas nias y me pasaba los días pensando en como hacerlo, pero a lo sumo que me atreví, es a escribir alguna carta secreta pero aquellas misivas nunca llegaron a su destino.
Miguel se fue a Sevilla y trabajó en la fábrica de automóviles Renault y lo ví varias veces más, después desapareció de mi vida y no sé nada de él.

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